Apoyo a la lección 22

Lección 22: Lo que veo es una forma de venganza.

¿Quién podría vengarse de alguien cuyo Ser es el suyo propio? Solo aquel que no se conoce a sí mismo puede hacerlo. Solo aquel que se cree ego ve a su propio Ser como su enemigo, solo aquel que no olvida ninguna ofensa desea venganza, e intenta que el culpable pague por lo que hizo, manteniendo siempre presente el pasado para poder consumar su venganza que, según él, tan justamente se merece. El ego utiliza el pasado contra el Hijo de Dios porque el Hijo de Dios no recuerda su verdadera Identidad. 

La culpa te impide recordar a Dios y por eso el ego quiere mantenerla eternamente en tu mente, pero como Hijo de Dios, te es imposible mantenerla en tu mente por lo que decidiste identificarte con el ego y pensar que el Hijo de Dios es el culpable y no tú. Te enseñaste a pensar como ego, a ser ego, a ser “especial”, un dios (el “creador” que crea de forma diferente a como crea el Padre), a creerte dentro de un cuerpo (que tú mismo creaste falsamente) y a reconocer otros cuerpos separados del tuyo como los culpables de tu separación y olvidaste que tú Eres el Hijo de Dios y que todo es tu Ser. Crucificaste al Hijo de Dios al proyectar en Él tu culpa, y hasta que dejes de creer que el inocente Hijo de Dios es culpable seguirás crucificándolo, seguirás teniendo pensamientos de ataque contra Él (contra todo lo que existe, pues todo lo que existe es tu Ser, aunque no lo recuerdes).

Si recordaras tu verdadera Identidad no recurrirías a un pasado que es ilusorio donde nunca te separaste de Dios ni querrías vengarte de tus hermanos por lo que no hicieron, pero crees ser ego y tu símbolo es la crucifixión. Consideras la inocencia una blasfemia contra dios (una blasfemia contra tí mismo). Interpretas la inocencia como la máxima expresión de culpa la cual tiene que ser castigada (vengada) con la muerte. 

Creíste que proyectando tu culpa te deshacías de ella, pero descubriste que no es así, la culpa permanece en tu mente “aún cuando la proyectas en el Hijo de Dios” porque no recuerdas que tú Eres el Hijo de Dios. Como ego que crees ser, tu miedo por haber traicionado al Hijo de Dios, y haberlo condenado a sufrir y morir, te impide reconocer que te sientes culpable. Por eso sigues identificándote con el ego, sólo quieres destruir todo vestigio de inocencia que te recuerde tu “pecado”. No te das cuenta de que si te atacas a ti mismo (la Creación) atacas al Padre (el Creador) porque ambos son UNO.

Tus pensamientos de ataque son pensamientos de venganza contra el Hijo de Dios, pensamientos donde lo que quieres es aterrorizarlo y matarlo porque lo culpas por lo que crees te hizo en el pasado. Inventas un cuerpo, un mundo y una vida para Él en la que nace, envejece, pierde vitalidad y finalmente muere. Sólo un ego, un “dios” no amoroso, puede crear un mundo cambiante que finaliza con la muerte. Un dios así sólo puede inspirar temor.

“El que ama a un dios así no conoce el Amor, ya que ha negado que la vida sea real. La muerte se ha convertido en el símbolo de la vida. Su mundo es ahora un campo de batalla, en donde reina la contradicción y los opuestos luchan en una guerra interminable. Donde hay muerte la paz es imposible.”

El Hijo de Dios no experimenta nunca miedo, solo Amor, porque se sabe Espíritu, Uno con Dios; pero en la separación, esa parte de tu mente que se cree ego, inventó el miedo. El miedo es posible desde el momento en que uno cree ser un cuerpo, entonces, crees que eres limitado y mortal y eso hace que temas todo lo que percibes “externo” a ti, pues todo es amenazador, temes a Dios y crees que es un dios vengativo. Lo crees porque tú, como ego que crees ser, eres vengativo. Sólo estás viendo tu reflejo. Al dios que en realidad temes es a ti mismo, olvidaste al verdadero Dios en ti.

“El mundo que ves es ciertamente despiadado, inestable y cruel, indiferente en lo que a ti respecta, presto a la venganza y lleno de un odio despiadado. Da pero sólo para más tarde quitar, y te despoja de todo aquello que por un tiempo creíste amar. En él no se puede encontrar amor duradero porque en él no hay Amor. Ése es el mundo del tiempo, donde a todo le llega su fin.”

Lo que ves es una forma de venganza contra el Hijo de Dios o, lo que es lo mismo, lo que ves es una forma de venganza contra ti mismo. Tu deseo de dar muerte al Hijo de Dios (de ser únicamente ego) es lo que causó la separación y no quieres soltar este deseo porque dejarías de creerte separado y, si eso ocurriera, dejarías de sentirte especial (un dios) para estar de nuevo unido al Amor, pero no quieres que eso ocurra porque tienes miedo del Amor, tienes miedo de volver a Ser, tal es tu miedo, que crees que atacando al Hijo de Dios te “salvas” porque el ataque te impide que te unas al Amor, pues crees que el Amor te aniquilaría.

El ataque solo te consume, pues sólo te atacas a ti mismo ya que no hay nadie más. Todo eres tú. Pero al proyectar imágenes ilusorias sobre tu Ser, y creerlas reales, has dado valor a las apariencias y no al contenido, has olvidado Quién Eres.

La proyección de un pasado ilusorio es lo que el ego utiliza para justificar sus ataques. La proyección te hace sentir “mejor” de aquello que percibes, es la estratagema del ego para que te sientas especial, diferente y separado.

“Sin proyección no puede haber ira. El ego utiliza la proyección con el solo propósito de destruir la percepción que tienes de ti mismo y de tus hermanos.”

Cuando alguien despierta en nosotros nuestra culpa inconsciente reaccionamos inmediatamente rechazándolo, proyectamos en él pensamientos de ataque, de rechazo, percibiéndolo como no es, viendo un pasado ilusorio porque no queremos ver su inocencia, queremos verle culpable, lo queremos crucificar. Nuestra ira nos impide ver cómo en verdad Es para ver en su lugar imágenes de un pasado ilusorio donde él es el culpable y no nosotros.

Si quien ha despertado en nosotros nuestra culpa inconsciente se siente atacado, entonces, es porque nosotros hemos despertado en él su culpa inconsciente, y nos devolverá el “golpe”, acrecentando nuestra ira y la suya. La ira es otra forma de denominar al miedo. El miedo tiene muchas máscaras, todas dependen de la intensidad de la emoción. El miedo surge de la culpa de creer que te separaste de Dios, de tu Ser, lo que significa que lo único que te puede liberar de ver el mundo como una forma de venganza es erradicando la culpa de tu mente, enseñándote a ti mismo a Ser Quien en verdad Eres, un Ser Unificado e inocente. Hacia esa meta nos encaminamos, hacia la verdadera paz mental.

Hoy se te pide observar tus pensamientos de ataque. Lo perecedero no puede ser real, no es posible que lo que está unido y es eterno se separe para que, en un momento dado, “muera”; eso tan solo es una forma de venganza contra ti mismo. No es posible que exista alguien culpable cuando el Hijo de Dios es completamente inocente.

Todo Hijo de Dios que cree ser lo que no es, tiene pensamientos de ataque y ve el mundo como una forma de venganza. Sólo ve ilusiones pero cree que son la realidad. Ataca porque cree que hay alguien más a parte de sí mismo, y si cree que hay alguien más eso significa que inconscientemente se siente culpable porque cree que se separó de Dios, que ya no siente el Amor perfecto en él. En su fuero interno sabe que el Amor perfecto es indivisible y él, al separarse, piensa haberlo perdido. Lo que siente en su lugar es miedo, es oscuridad. Solamente la culpa acrecienta el miedo, no lo que aparentemente percibes, porque todo lo que percibes no son más que ilusiones de tu poderosa mente. Cuando sueltas tu creencia en que estás separado, la culpa desaparece, dejas de temer al mundo, lo ilusorio, dejas de querer atacarlo para simplemente sentirte unido a todo lo que existe.

Hoy sé el observador que reconoce que lo que ve procede de su manera de pensar y no de lo que realmente está ahí. 

Nada de lo que temes existe.

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